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domingo, 14 de enero de 2007

Murmurar de los Demas

“Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?... El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino” (Salmo 15:1-3).

Estimada hermano(a),

No nos aclara dónde vive, pero tememos que el mal respecto del cual usted llama nuestra atención no se limita a su localidad, o a la clase particular de gente a la que usted se refiere, esto es, a las «mujeres solteras». El pecado de murmurar de los demás o de criticar al otro en su ausencia, es algo que prevalece por todas partes y entre toda clase de personas en una medida aterradora. Es un mal abominable, y hasta diabólico. En verdad se ha dicho que «el que habla mal del otro, causa daño a tres personas: a sí mismo, al que lo oye y al sujeto de sus comentarios». Si yo tuviese que hallar alguna falta en una persona, ella debería ser la primera en oír de mis labios acerca de ello. ¡Qué poco se hace caso de esto! Nos encontramos con alguien y lo saludamos con una sonrisa y un apretón de manos, intercambiamos una amable conversación y, tan pronto como nos despedimos y nos separamos, empezamos a descalificarlo de una u otra forma. Un viejo hermano afirmó atinadamente: «Estoy resuelto a no hablar nunca de las virtudes de una persona frente a ella, ni de sus faltas tras sus espaldas.» ¡Qué noble determinación! ¡Ay, qué poco ponemos estos sanos principios en práctica! Lo que hacemos generalmente es justamente lo contrario: adulamos a los demás en su propia cara, y los denigramos a sus espaldas. ¡Quiera el Señor librarnos de esta bochornosa y pecaminosa costumbre! Con toda seguridad que está inspirada por el mismo diablo. Necesitamos ser más fieles al hablar a los demás, pero también debemos ser más benignos y afables al hablar de ellos. Si vemos algo malo en una persona, vayamos directamente a ella y hablémosle con toda franqueza y claridad; y si no tenemos nada bueno que decir de ella, corramos el velo del silencio sobre ella. Esto evitaría un aluvión de males y de perjuicios; evitaría indecibles penas y animosidades. Dice la Palabra: “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros” (Santiago 4:11). ¡Qué palabras tan oportunas! ¡Pero qué lamentable que haya tan pocos que actúen sobre este principio! Parece haber una verdadera falta de honestidad común, una ausencia de franqueza varonil, y una tremenda vileza y cobardía al decir a espaldas de alguien lo que no nos atreveríamos a decirle en su propia cara. Los creyentes deben huir de todo esto, tan bajo, tan ruin. Naturalmente que las «mujeres solteras» están más expuestas a este mal, que aquellas cuyas manos están plenamente ocupadas con los quehaceres domésticos. Deducimos esto de las punzantes palabras del apóstol en 1.ª Timoteo 5:13: “Y también aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran.” Puede que se diga que este pasaje se aplica a las “viudas más jóvenes”; pero es indiscutible que el espíritu del pasaje se aplica perfectamente a todos los casos donde exista este mal. Es una buena cosa estar ocupados plenamente en nuestros respectivos trabajos; ello nos libra de muchos males, y de estar hablando mal entre los demás, y contra esto advertimos solemnemente a todos nuestros lectores. El diablo es un difamador, el mayor de los difamadores, y todos los que dan rienda suelta a esta costumbre, están haciendo su obra. Quisiéramos recomendarles tanto a nuestra querida amiga como a todos nuestros lectores, que, para todos los casos de hablar mal de los demás en su ausencia, adopten el remedio de Salomón: “El viento del norte ahuyenta la lluvia, y el rostro airado la lengua detractora” (Proverbios 25:23). Nunca prestemos oídos a uno que habla mal del otro a sus espaldas, porque si lo hacemos, “participamos en sus malas obras”. Recordemos el camino del Señor: hablarnos fielmente a nosotros, pero con gracia de nosotros. Procuremos imitar esto, y no ser hallados haciendo la obra de Satanás.


Escrito por C.H. Mackintosh


Tomado de: http://www.verdadespreciosas.com.ar/documentos/breves_articulos_I/murmuraciones.htm

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