Aquí les dejamos, el capitulo 3 del folleto “Maria la madre del Señor según las Escrituras”, publicado e impreso por el ministerio En la Calle Recta, si gustan solicitar copias en papel de ese folleto y recibir la revista En la Calle Recta, por favor visiten el sitio http://enlacallerecta.es/ y allí podrán hacerlo. Cabe mencionar que el folleto aquí publicado es usado con permiso de ese ministerio.
Confusión virginal
El uno de enero de 1987, el papa que entonces ocupaba la silla papal, anun¬ciaba la celebración de un año mariano (dedicado a María), desde el 7 de junio del 87 al 15 de agosto del 88. A la vez anunciaba la pronta aparición de una encíclica sobre María. Esta tuvo lugar el 25 de marzo de 1988 con el título
"Redemptoris Mater" = Madre del Redentor.
Sorprenden las palabras del papa con que se dirigía a la virgen el uno de enero (1987) durante la homilía: Todas estas cosas "irán encaminadas a profundizar tu misterio y a favorecer la devoción hacia ti, en un renovado compromiso de adhesión a la voluntad de Dios, según el ejemplo que tú has ofrecido como esclava del Señor".
¡Qué manera más teórica de confundir la voluntad del hombre con la voluntad de Dios! En ninguna parte de la Biblia, Dios nos ha manifestado que su voluntad sea que veneremos a criatura alguna, todo lo contrario; sino leamos lo escrito en la ley de Dios (Ex. 20:4-5; Dt. 5:8-9). En el profeta Isaías 44:9-11 podemos leer según la traducción católica Nacar-Colunga: "Todos los hacedores de idolos son nada, y sus vanas hechuras…no sirven de nada... no ven nada, no hacen nada... Mirad, todos sus devotos serán confundidos; los que los hacen son hombres".
El papa estaba empeñado en hacer de Maria un ídolo y a favorecer su devoción con su encíclica y con un año mariano.
Pero con la Biblia en la mano tenemos que decir con el profeta Isaías, esa devoción es para confusión de las gentes... Es incompatible esta actitud del papa con "el compromiso de adhesión a la voluntad de Dios". Eso es querer camuflar la confusión bajo la apariencia de piedad. María, sí, cumplió la voluntad de Dios, por eso dijo: "He aquí la siervo del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra" (Le. 1:38).
Conforme con la Palabra de Dios es la actitud de María, y nadie estará de acuerdo con María, si no está de acuerdo con la Palabra de Dios. El papa quiere hacer que María tenga una actitud distinta a la que se nos revela en la Palabra de Dios, por eso el papa no está de acuerdo con María que dice: "Hágase conmigo conforme a la Palabra de Dios". El papa hace con María conforme a sus propios pensamientos y conforme a las tradiciones de hombres, pero no conforme a la Palabra. Cuando el pueblo de Israel hizo esto mismo: "Provocando a Dios con sus esculturas; sintió Dios toda su cólera al verlo, y rechazó con aspereza a Israel" (Salmo 78:58-59). El papa, no sólo, no hace con María conforme a la Palabra de Dios, sino que utiliza lo que Cristo dice a María, para razonar sus propios pensamientos y tradiciones marianas, que parten de las raíces mismas de cada pueblo y de cada cultura, pero no de la Palabra de Dios.
En la primera parte de la encíclica el papa sitúa a María en un lugar particular en el plan de la salvación, haciéndola en sí misma medianera indispensable tanto para el nacimiento de Cristo como para el nacimiento de los creyentes en la fe. Esta maternidad espiritual es la que el papa se afana en probar, sacando las referencias, que se hacen de María en los Evangelios de su verdadero contexto y significado.
El precursor del plan de salvación en Cristo no fue María sino Juan el Bautista: "y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos" (Le. 1:76). Dios nos hace ver con Juan el Bautista que son dos realidades distintas la maternidad de María y el plan de salvación en Su Hijo. "Juan vino para dar testimonio de la luz". Y nos dice al ver a Cristo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo... Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios" (Jn. 1:7, 29, 34). De este Juan, Cristo nos dice que: "entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él" (Le. 7:28).
Aquí podemos encontrar la clave de que Cristo nunca habló de María más allá de su maternidad en la carne. Y nunca Cristo dijo de María elogio tan grande como de Juan el Bautista, "el mayor de los profetas nacido de mujer". Cuando a Jesús le dicen: "He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar". No dice que María sea la corredentora, la medianera de toda gracia, la madre espiritual de los creyentes, como dice el papa; porque si esto fuese cierto lo hubiera dicho Cristo, como dijo del Bautista "el mayor de los profetas". Por el contrario, Jesús nos muestra aquí que María como madre nada tiene que ver en el plan de salvación de Cristo; ya que señalando a sus discípulos, dice: "He aquí mi madre y mis hermanos. Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi herma¬no, y hermana y madre" (Mt. 12:47-50). Por eso, a pesar de que Juan sea "el mayor de los profetas". "El más pequeño en el reino de los cielos es mayor que el Bautista".
Y a pesar de que María sea la Madre del Mesías, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que ella; y si no ¿cómo entender las palabras de Cristo, de que "mi hermano, hermana y madre es el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos"?
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jueves, 30 de septiembre de 2010
Maria la Madre del señor 3 Pte
COMPRA LA VERDAD Y NO LA VENDAS
"¿Qué es la verdad?" (Juan 18:38). Pilato, con la conciencia intranquila, habiendo hecho esta pregunta a Jesús y sin esperar su respuesta, salió para intentar desviar al pueblo de sus intenciones homicidas; todos estaban bajo el poder de Satanás, padre de mentira y homicida desde el principio (Juan 8:44). Y poco después el pueblo gritó: "¡Crucifícale! ¡Crucifícale!".
La pregunta quedó formulada; en todos los tiempos, los sabios de la tierra han intentado en vano resolverla sólo con los recursos de su mente. Esta pregunta debería atormentar cada vez más al mundo, si su jefe no lo sedujera para arrastrarlo hacia el juicio eterno. Pero tiene una respuesta para toda alma que se inclina, poí la fe, ante la triple declaración de Jesús:
"Yo soy... la verdad"(Juan 14:6). "Tu Palabra es verdad" (Juan 17:17). "El Espíritu es la verdad" (Juan 5:6).
Aquel que cree en Jesucristo, por quien vino la verdad:
- es liberado del dominio de Satanás y de los engaños de los hombres: "Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error"(Efesios 4:14);
- conoce la verdad y ésta lo libera: "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres"(Juan 8:32);
- está en el Verdadero: "Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocerá! que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna" (1 Juan 5:20);
- la verdad está en él: "A causa de la verdad que perma¬nece en nosotros, y estará para siempre con nosotros" (2 Juan 2); y él está en la verdad: "Le dijo entonces Pílato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz" (Juan 18:37);
- anda en la verdad: "Mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad" (3 Juan 3);
- escucha la voz de Jesús, la voz de la verdad: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (Juan 10:27).
¡Qué gracia, pues, creer la verdad! Todos los que no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la mentira, serán condenados (2 Tesalonicenses 2:12).
¿Cómo comprar la verdad?
Esta compra excluye, no hace falta decirlo, la idea de un precio que hay que pagar, de una suma que hay que desembolsar. La plata no se pesa para comprar la verdad (Job 28:15); ningún recurso humano permite su adquisición. Sólo la fe permite poseerla, con la salvación que Dios da en Jesús, su don inefable (2 Corintios 9:15).
-¿Entonces no hay que hacer ningún sacrificio para esta bienaventurada adquisición? ¡Por supuesto que sí! Primeramente un renunciamiento de todo el ser, que se somete, según la obediencia de la fe (Romanos 16:26), a la acción del Espíritu de verdad. Entonces, de su propia voluntad, Dios opera en el alma este nacimiento por la palabra de verdad (Santiago 1:18). Es la conversión.
Pensemos en el apóstol Pablo, interpelado por Cristo en el camino a Damasco. Si conocemos un poco nuestro corazón, comprenderemos el sentido de la frase del Señor: "Dura cosa te es dar coces contra el aguijón" (Hechos 26:14). Pablo debía abandonar toda justicia propia que exalta al hombre, en la cual se complacía (Filipenses 3:4-9).
Este es el precio que todos debemos aceptar para que nos sea posible comprar la verdad.
¡Cuántas personas tropiezan ante la necesidad de estimar como "basura" (Filipenses 3:8) lo que forma el orgullo de su vida, recta a sus propios ojos! ¡Nada más que basura! ¡Qué menosprecio por su esfuerzo hacia el bien, por su conducta digna, por la consideración de los demás, en los cuales hasta ahora estaban satisfechas!
Pero al estimarnos como "basura" concordamos con el Dios justo y santo, quien nos muestra nuestro estado de muerte en nuestros delitos y pecados. Esta convicción de pecado es aún el trabajo de Su gracia en nuestros corazones. Tal es la primera condición para la adquisición de la verdad. Acudimos, sin recursos propios, despojados de toda pretensión, desprovisto de todo bien según Dios, y aceptamos lo que Dios declara: "No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios" (Romanos 3:10).
Entonces también se hace oír la voz de Jesús: "Venid a mi, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28). En ese momento Dios puede decirnos: "Dame, hijo mío, tu corazón"(Proverbios 23:26). Es como una segunda condición que él pone; y si bien es lo único que nos pide, esto deja a un lado todo el atractivo que el mundo presenta a nuestros corazones, porque agrega: "Y miren tus ojos por mis caminos".
Dar su corazón... A menudo se usa esta expresión de los Proverbios para hablar de la conversión. Pero una verdadera conversión no es solamente la adhesión a una enseñanza bíblica; no puede desprenderse de un simple acercamiento del corazón producido por el Evangelio. No, porque dar el corazón a Dios, al Salvador, implica lo que el Señor dijo al joven rico: "Vende todo lo que tienes... y ven, sigúeme, tomando tu cruz" (Marcos 10:21). Es el renunciamiento a lo que hasta ahora ha dominado el corazón; es la obediencia a la verdad.
Así uno compra la verdad; todo el ser es asido por Cristo y, desde entonces, desea apegarse a él, aceptando también la carga de su oprobio y del desprecio del mundo.
Dar su corazón es más que la intención de nutrir la imaginación o de progresar en la ciencia religiosa. Si no damos verdaderamente todo nuestro corazón a Jesús, para conocer en él la verdad y andar en la verdad, podemos estar seguros de alinearnos entre los que siempre aprenden sin llegar jamás al conocimiento de la verdad (2 Timoteo 3:7). Es un estado de alma engañoso y lleno de peligros.
¡No vender la verdad!
Pero Proverbios 23:23 también presenta un deber en cuanto a la verdad: "No la vendas". Esta orden, ¿se refiere Únicamente al hecho de que el Señor dijo: "De gracia recibisteis, dad de gracia" (Mateo 10:8), y: "Más bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:35)? El apóstol presentaba "gratuitamente el evangelio" (1 Corintios 9:18). ¿Acaso era para cerrar la boca a los incrédulos, inclinados a decir: «El cristianismo es una religión de dinero; siempre se nos pide dar, incluso para tener un lugar en el cielo»? No, pues sería anular lo que Dios dijo y repite: "Venid... los que no tienen dinero... Venid, comprad sin dinero y sin precio" (Isaías 55:1). La salvación es el don de Dios en Jesús, quien es él mismo el don de Dios.
¿Cuál es, pues, el sentido de esta orden relacionada con la verdad: "No la vendas"? En el campo de las cosas terrenales uno no se desprende, ni siquiera por un gran precio, de aquello que quiere mucho; a menudo el corazón se apega incluso a los objetos materiales como si éstos tuvieran un alma. Se evocan muchos recuerdos, el querido pasado tiene tanto valor para el corazón... ¿Vender la verdad? Instintivamente, el fiel se niega a hacerlo. Sin embargo, tengamos cuidado, porque hay tantas maneras de manifestar que la verdad, después de todo, no nos es tan preciosa como lo afirmamos con palabras.
Recordemos a este respecto los más humillantes ejemplos de la Palabra: Esaú vendió su primogenitura por un plato de lentejas. ¿En aquel momento de cansancio producido por las faenas de la caza, qué le importaban las promesas hechas a Abraham y la espera de "la ciudad que tiene fundamentos"? Perdió todo derecho a la bendición, por lo cual fue desechado, aunque la buscó con lágrimas (Hebreos 11:10; 12:16-17). Judas, en quien Satanás iba a entrar, ya había concluido con los hombres religiosos y los jefes del pueblo, el abyecto trato: por treinta piezas de plata vendió al Justo (Amos 2:6) y entregó la sangre inocente. Por trescientos denarlos hubiera vendido el perfume de María, que era de un valor incalculable para el corazón del Salvador. Estos son los solemnes descarríos del incrédulo o del corazón manchado con la horrible lepra del amor al dinero. Los creyentes igualmente estamos expuestos a faltar, aunque en menor grado; y esto sería un real menosprecio de la verdad y de las riquezas que ella contiene en Jesús.
Podemos estar inclinados a venderla, como al por menor, por ejemplo, desconociendo el valor de congregarnos en torno al Señor, menospreciando su día santo al andar en nuestros propios caminos (Isaías 58:13-14), buscando distracciones y goces mundanos en lugar de los beneficios de su Presencia en medio de los suyos. "No dejando de congregarnos", exhorta el apóstol (Hebreos 10:25).
Temamos que nuestros corazones se aparten de la verdad que está en Cristo Jesús. Manifestar indiferencia a su respecto o abandonar aunque sea una parte, sería vender la verdad. Mantengamos nuestras almas purificadas "por la obediencia a la verdad" (1 Pedro 1:22).
"Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón" (Proverbios 4:23). Querido hermano o hermana, no olvide esta exhortación. Si usted verdaderamente ha entregado su corazón al Señor, ¿lo dejaría atar uniéndose, sea a los incrédulos -lo que sería la peor manera de vender la verdad en vez de estarle sumiso- sea incluso a cristianos, quienes lo llevarían fuera del sendero de la fe trazado por Dios en medio de la confusión que reina en la cristiandad profesante, es decir, sin la vida?
¡Cuántas vidas malogradas existen por falta de la comunión en Dios y con Dios, y cuántos ejercicios dolorosos en el hogar, día tras día! ¡Que el Señor lo guarde!; ¡no venda la verdad a la cual usted debe estar sumiso, cuando la Palabra le ordena que no se una "en un yugo desigual"! (2 Corintios 6:14-15).
Además, para nosotros, hoy en día, es grande el peligro de conceder a la verdad menos precio del que tuvo para los que nos precedieron en el camino de la fe. Aquellos, por su fidelidad, trabajaron para edificar "un muro" (Ezequiel 13:5) para salvaguardar sus almas y las nuestras. En su tiempo compraron la verdad, poniendo el conocimiento de la verdad según Dios por encima de los lazos, aunque muy estrechos, que los unían a otros. Con verdadero dolor en el corazón, esos creyentes fieles se apartaron de la cristiandad profesante, por obediencia al Señor, para hallarlo fue¬ra del campamento (Hebreos 13:13).
Ahora nos corresponde cerrar las brechas en este muro que hemos dejado abrir en lo concerniente a nuestra seguridad, en cuanto a ese testimonio que debemos dar al Señor.
Todos tenemos que velar sobre nuestras almas. No vendamos la verdad que era tan preciosa para aquellos fieles creyentes a principios del siglo diecinueve.
Podemos comprender un poco que los corazones de aquellos creyentes fueran asidos por la verdad, al constatar lo poco que quedaba de la verdadera enseñanza evangélica. ¡Qué pobreza espiritual en lo que era predicado: un evangelio privado de toda su divina sustancia, carente de la predicación de la cruz! ¡Esas almas despertadas tenían hambre de la Palabra de Dios y sed de la verdad!
Entonces, Dios suscitó a hermanos piadosos, mentes esclarecidas mediante los cuales él obraba, apartándolos de toda organización humana, consagrándolos al bien del rebaño, presentando a Cristo como alimento. Entonces todas las verdades que emanan de Su obra y conciernen a Su persona, en la espera de Su regreso, fueron recibidas con gozo y diligencia por esos corazones cuyo caminar en la senda de la verdad nos es todavía propuesto como ejemplo (Hebreos 13:7). Y todavía nos beneficiamos de su fidelidad.
No cedamos a un pesimismo que olvidaría la gracia del Dios fiel. Quizás nos oprime el sentimiento de los esfuerzos redoblados del Adversario para perjudicarnos. Él siempre tratará de hacernos menospreciar la Palabra, nuestro verdadero tesoro. Por lo tanto, pongamos cada vez más atención en el mandato divino: "Compra la verdad, y no la vendad'.
Articulo escrito por L.G., en el boletín PARA TODOS, numero de los meses de Julio-Agosto del 2010, publicado por Ediciones Biblicas. Usado con Permiso.
viernes, 10 de septiembre de 2010
MARIA LA MADRE DEL SEÑOR 2 pte
MARIA LA MADRE DEL SEÑOR SEGÚN LAS ESCRITURAS. Parte 2
Aquí les dejamos, el capitulo 2 del folleto “Maria la madre del Señor según las Escrituras”, publicado e impreso por el ministerio En la Calle Recta, si gustan solicitar copias en papel de ese folleto y recibir la revista En la Calle Recta, por favor visiten el sitio http://enlacallerecta.es y allí podrán hacerlo. Cabe mencionar que el folleto aquí publicado es usado con permiso de ese ministerio.
¡No hagamos mentirosa a la virgen María!
Muchos que se llaman entendidos, como el papa, se empeñan en demostrar con sus dichos y hechos que lo dicho por María y narrado en la Biblia, no es verdad. Suena duro lo que digo, pero escuchen ustedes lo que dice María en Lucas 1:47: "Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador". Pues bien, tanto los papas como los obispos, dicen que María fue concebida sin pecado, por eso la llaman Inmaculada sin mancha y, por tanto, no necesita de un Salvador. Porque el oficio del Salvador es librarnos (rescatarnos) de nuestras deudas (pecados). María se "regocija" en su Salvador, como lo podemos hacer cualquiera de nosotros, porque nos sabemos pecadores y necesitados de ese Salvador. ¿A quién, pues, hacemos caso: a María que se siente como toda criatura, pecadora y necesitada del Salvador; o a los papas y obispos que llaman a María sin mancha y corredentora (cosalvadora) con Cristo? Elisabet, prima de María, y llena del Espíritu Santo la llama bienaventurada, no por sus cualidades sino por su fe: "Bienaventurada la que creyó" (Le. 1:45).
Una vez más el papa y los obispos se oponen al Espíritu, al afirmar que la bienaventuranza de María se debe a su virginidad, a su inocencia y a sus virtudes (llena de virtudes). El Espíritu dice, es bienaventurada porque creyó.
El mensajero de Dios, el ángel Gabriel, enviado a María le dice: "María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios". Dios es justo, y María ha hallado gracia delante de Él. Si es por gracia no es por sus virtudes y méritos, sino ya no sería gracia, sino justicia que Dios hacía a María por sus virtudes. Pero a pesar de que son muchos los que ésto dicen de María, haciéndola merecedora de todas las gracias y madre de todos los cristianos, la Palabra de Dios no da tales méritos a María; sino que, lo que ha sido, lo ha sido por gracia, gratuitamente, por la libre misericordia de Dios. Los papas con su actitud mariológica intentan hacer resaltar el papel de la criatura, María, antes que la del Creador. María sólo vio la gran misericordia de Dios con ella y a la vez su propia y sencilla nulidad. De ahí que exclame con humildad: "Me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre" (Le. 1:49). Y esa miseri¬cordia es la promesa para con Abraham y su descendencia para siempre (Le. 1:55). María no se ve como algo especial dentro de la descendencia de Abraham, sino como la verificación de la misericordia de Dios con esa descendencia de Abraham, y que ahora como entonces es válido:
"Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia" (Gn. 15:6). Otro aspecto de la confusión que siembra el papado en contra de lo escrito en la Biblia, es el gran énfasis que da a la virginidad de María, más una costumbre pagana que una norma bíblica. Y a esta costumbre pagana el papado ha esclavizado a cientos y miles de hombres y mujeres de todos los tiempos. María no tenía como meta de su vida el estado de virginidad, ya que ella estaba desposada con un varón (Le. 1 :27). Y si la Biblia hace notar que esta joven era aún virgen, no es para ensalzar la virginidad, sino el poder de Dios: "El Santo Ser que nacería, sería llamado Hijo de Dios" (Le. 1:35).
Pero el papado parece olvidar el poder de Dios y al Hijo, y ensalza a la virgen y a la virginidad como factor decisorio y meritorio de la obra misericordiosa de Dios.
El ángel mismo le recuerda a María "que no hay nada imposible para Dios" (Le. 1:37). Y Jesús dice: "No penséis 'decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os d/go que Dios puede levantar hijos de Abraham aun de estas piedras" (Mt. 3:9). ¡Como si Dios necesitase de la virginidad o del bien obrar del hombre para hacer su obra!
Pero el hombre con su sutileza engañosa valora la virginidad, la virtud de la cria-tura (del hombre o de la mujer), porque así se autovalora a sí mismo ante Dios. El hombre inventa todos los subterfugios imaginables antes de aceptar que Dios: "El Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo - dijo - Yo habito en la altura y en la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados" (Is. 57: 15).
Quebrantamiento y humildad de espíritu es la situación que Dios pide al hombre para habitar con él. En esa situación se encontraba María, quebrantada y humilde de espíritu. Así la presenta la Escritura. Pero el papado y sus fieles se empeñan en contradecir las Escrituras; y nos la presentan levantada sobre su virginidad, desafiante como Inmaculada, firme como corredentora y medianera de todas las gracias, y si esto fuese poco, la llaman madre universal. Ante esta figura no bíblica un papa se postraba para decir: "Totus tuus" (todo tuyo).
Si Dios pide en sus mandamientos: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas" (Deut.6:5). Yo me pregunto ¿qué le queda a un hombre como el papa, cuyo lema es 'Totus tuus" (todo tuyo) María, para ofrecer a Dios? Nada le queda, porque todo lo ha dado a algo formado por su mente al margen de lo escrito en la Biblia sobre la quebrantada y humilde de espíritu, la virgen desposada, María.
No hacemos justicia a esa virgen ni la apreciamos cuando decimos de ella lo que no ha dicho el Espíritu, ni cuando menguamos con su encumbramiento la gran misericordia y el amor del Padre y del Hijo.¿Ha dado Jesús el puesto que le papado da a María? ¡NO!
Jesús dice: "Sí el Hijo os liberare, seréis verdaderamente libres" (Jn. 8:36).
El papa dice: "María es nuestro auxilio".
Jesús dice: "Sin Mí nada podéis hacer"(Jn. 15:5). "Nadie viene al Padre, sino por Mí" (Jn. 14:6).
El papa dice: 'Totus tuus", porque en María todo lo podemos. María es medianera de todas las gracias, luego por María podemos ir al Padre.
Jesús dice: "El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha" (Jn.6:64).
El papa dice: Dado que el Mesías ha nacido de María, ella tiene todos los privilegios, ya que lleva su misma carne. Esta misma afirmación se la presentaron a Jesús: "He aquí tu madre y tus hermanos, y te quieren hablar" (Mt. 12:47).
Sorprende la actitud de Jesús que pregunta: ¿Quién es mi madre, y quienes son mis hermanos? Él nos da la respuesta acorde con el Espíritu no con la carne, aunque sea la de su madre, María. Jesús dice: "Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre" (Mt. 12:50). ¿De dónde, pues, ese título de Madre Universal que el papado da a María? Esa no es la María de las Escrituras, la virgen desposada de Nazaret. Según las palabras de Jesús, la maternidad de María nada tiene que ver con la salvación de los hijos de Dios. Otra es la causa de esa salvación y filiación, la voluntad de Dios: "No son engendrados de sangre, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Jn. 1:13). Si somos fieles a la Palabra de Dios no tiene que sorprendernos la respuesta de Jesús sobre María, antes bien la comprendemos en su justa dimensión. Ya que según está escrito: "Lo carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios" (1 Cor. 15:50). Y tampoco da derecho a ningún título sobre los hijos de Dios. En la carta a los Galatas 1:8 se lee: "Si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema". "No hay otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el Evangelio de Cristo". Siendo humildes y a la vez sinceros sólo nos queda aplicar, lo dicho en la carta a los Calatas, a la actitud papal y a la de todos aquellos que sostienen esas doctrinas no bíblicas sobre la virgen María: "nos perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo".
No es mi intención ofender a nadie con lo dicho. Quiero simplemente llamar la atención de muchos a ver con imparcialidad y sin ningún tipo de fanatismo, lo que la Biblia dice sobre "la virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María" (Le. 1:27). Hemos visto lo que el ángel Gabriel dice de María, lo que dice el Espíritu por boca de Elísabet, lo que dice el mismo Jesús; y cómo se ve María ante Dios, su Salvador. Nadie puede contradecir estos testimonios sin mentir, por muy papa que sea o por muy santidad que le llamen.
¿Acaso la incredulidad del hombre puede hacer nula la Palabra de Dios? "De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso" (Rom. 3:4), "Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio" (Salmo51:4b).
GUARDAD, ESTAD FIRMES, PERSEVERAD, VELAD
Estos términos, que se repiten muy a menudo en la Palabra, ¿no nos recuerdan la gran necesidad que tienen nuestros débiles corazones de exhortaciones y de estímulo, y que los peligros a los que están expuestos son numerosos? Hemos recibido un tesoro de incomparable valor, ¡guardémoslo! Hemos sido introducidos en una maravillosa posición; ¡permanezcamos en ella y estemos firmes! Tenemos una carrera que correr, una meta a proseguir, ¡perseveremos! Hemos sido llamados de las tinieblas a la luz, ¡velemos!
Debemos guardar la Palabra del Señor
"El que me ama, mi palabra guardará" (Juan 14:23). "Pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado" (1 Juan 2:5).
Su Palabra nos habla de Él, de su amor, de su humillación, de su gloria; ella mantiene ocupados nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo; nos nutre de Él; nos reanima; es la Palabra de verdad; somos santificados por ella: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad" (Juan 17:17). Ella nos purifica.
Guardar la Palabra de Dios es la hermosa porción del hombre fiel, como lo expresa el Salmo 119:57: "Mi porción es Jehová; he dicho que guardaré tus palabras". "Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino" (v. 105).
La Palabra nos ha sido confiada a fin de que la guardemos fielmente, tal como nos fue dada, en toda su pureza. "Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado" (1 Timoteo 6:20). En ella hay preciosas promesas para aquellos que la guardan, promesas hechas a Filadelfia (Apocalipsis 3:8), y para aquellos que guardan las palabras de la profecía (1:3; 22:7).
Debemos guardar la fe
El apóstol Pablo dirige esta exhortación a Timoteo: "Mantener la fe y buena conciencia" (1 Timoteo 1:19). Él mismo lo cumplió y pudo decir: "He acabado la carrera, he guardado la fe" (2 Timoteo 4:7). Guardar la fe no es solamente creer lo que se oye por la Palabra de Dios, sino también obedecer y esperar la promesa, "la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tito 2:13), es vivir por fe, puesto que "el justo vivirá por fe" (Hebreos 10:38).
Debemos estar firmes
Estamos expuestos a las asechanzas del diablo, tenemos que luchar contra él, estar firmes contra sus artimañas, y, si no tenemos ninguna fuerza en nosotros mismos para llevar esto a cabo, la encontramos en el Señor. Se nos dice que tomemos toda la armadura de Dios y que nos vistamos de ella (Efesios 6); sus elementos son la verdad; la justicia, el Evangelio y la fe con La cual podremos apagar todos los dardos de fuego del maligno. Para vencerlo, tenemos una espada, la Palabra de Dios, el arma con la cual el Señor lo venció. Santiago 4:7 dice: "Resistid al diablo, y huirá de vosotros".
El apóstol Pablo dice a los corintios: "Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes" (1 Corintios 15:58). "Velad, estad firmes en la fe" (16:13). A los hebreos:
"Retengamos nuestra profesión" (Hebreos 4:14). "Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza" (10:23).
El Señor, en sus cartas a las siete iglesias en el Apocalipsis, le dice a Tiatira: "Lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga", y a Filadelfia: "Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona" (2:25; 3:11).
Debemos perseverar y velar
El Señor les dijo a sus discípulos que tenían que velar: "Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad" (Marcos 13:37).
Debemos velar para no dejarnos sorprender por el diablo, que "anda alrededor" de nosotros (1 Pedro 5:8); debemos velar como aquellos que esperan a su señor, velar manteniéndonos en oración: "Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias" (Colosenses 4:2). "Velad, pues, en todo tiempo orando" (Lucas 21:36). Tenemos que velar siendo sobrios. "Sed sobrios, y velad" (1 Pedro 5:8). "Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios" (1 Tesalonicenses 5:6).
Cuando se trata de perseverar, cuántos cristianos, aunque empezaron bien, terminaron mal. Serán salvos de Dios así como por fuego (1 Corintios 3:15), pero no recibirán la corona de justicia que el Señor, juez justo, dará a todos los que aman su venida, a los que hayan guar¬dado la fe, y se hayan mantenido firmes, perseverando y velando. No habrá corona para aquellos que se hayan desviado de la verdad, como Himeneo y Fileto, y que trastornaron la fe de algunos, ni para aquellos que amaron este mundo, como Demás (2 Timoteo 2:17-18; 4:7-8,10).
Numerosos peligros se manifestaron desde el principio, los cuales se describen en las epístolas:
Los corintios estaban divididos; no guardaron "la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efesios 4:3).
Los gálatas no se mantuvieron firmes en la fe; abandonaron el principio de la fe para someterse a la ley.
Los colosenses no estaban asidos con firmeza a la Cabeza.
Los tesalonicenses estaban en peligro de dejarse turbar por doctrinas extrañas.
Los hebreos estaban en peligro de desmayar ante los sufrimientos que tenían que pasar.
Finalmente existe el gran peligro, el lazo del diablo en el cual Diótrefes se dejó atrapar: estaba inflado de orgullo (3 Juan 9).
Si bien Dios nos proporciona "toda la armadura" para resistir los ataques del enemigo y para escapar de todos los peligros, eso no es todo: Él vela por nosotros para guardarnos, y somos guardados "por el poder de Dios mediante la fe". "Es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría" (1 Pedro 1:5; Judas 24).
Y sobre todo, por fin, nuestros corazones tienen que estar llenos del amor por nuestro Señor y Salvador que nos une a su persona, y ¡que este amor no se debilite! Al contrario, tiene que crecer siempre en el conocimiento de Su amor, el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento.
El Señor dice: "El que me ama, mi palabra guardará". Y añade: "Y mi padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Juan 14:23).
¡Que el amor con que Él nos amó esté en nosotros, y que permanezcamos en su amor! (15:9).
Articulo escrito por M. Koechlin, tomado de la Revista CRECED de los meses de Julio-Agosto del 2010. Usado con Permiso.
sábado, 4 de septiembre de 2010
MARIA LA MADRE DEL SEÑOR SEGÚN LAS ESCRITURAS. Parte 1
A partir de este tema estare publicando el folleto “Maria la madre del Señor según las Escrituras”, publicado e impreso por el ministerio En la Calle Recta, si gustan solicitar copias en papel de ese folleto y recibir la revista En la Calle Recta, por favor visiten el sitio http://enlacallerecta.es y allí podrán hacerlo. Cabe mencionar que el folleto aquí publicado es usado con permiso de ese ministerio.
Doctrinalmente todos los llamados "cristianos" estamos de acuerdo en condenar toda forma de idolatría, hasta la Iglesia Católica en su Nuevo Catecismo dice: "Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios" (NC 2113).
Otra cosa es la vida práctica de cada cual. El hombre está inclinado por su naturaleza corrompida a divinizar lo que no es "dios" y a dar culto a sus propias fantasías religiosas. Toda idolatría tiene su origen en el desconocimiento de Cristo y de Su obra completa y perfecta de salvación. Cuando una persona conoce a Cristo como su único y perfecto Salvador por medio de la fe, es una nueva criatura que adora al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4:23). En esta relación no cabe, ni es necesaria, ninguna imagen o figura material. Todo culto a imágenes de "santos" y "vírgenes" es una negación del plan perfecto de salvación de Cristo Jesús. Porque con ese culto a las imágenes se les está reconociendo un poder de intercesión y ayuda para la salvación del hombre. Pero la Palabra de Dios no reconoce otro nombre bajo el cielo dado a los hombres para ser salvos, que el Nombre del Señor Jesús (Hechos 4:12). Y además añade, que Jesús "con Su propia sangre obtuvo eterna redención" y "con esta sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados" (Hebreos 9:12; 10:14), esto es, a los que creen en Su Nombre.
El culto a las imágenes de "santos y vírgenes" sólo puede tener lugar dentro del profundo vacío que se da en el corazón de las personas y de las "iglesias" que no conocen a Cristo como su único y perfecto Salvador personal. Muchos no estarán de acuerdo con esta reflexión porque eso les llevaría a reconocer su propia idolatría. Pero es mucho mejor desechar la propia idolatría para aceptar a Cristo, que con toda tu propia idolatría desechar a Cristo Jesús como tu único y perfecto Salvador. Y no vale que digas que tú también crees en Cristo. Porque no puedes compartir esa fe en tus "santos y vírgenes" con la fe en Cristo como tu único Salvador.
Para aclarar todo lo que Dios en Su Palabra nos muestra de la idolatría, nada mejor que comparar tus pensamientos y la doctrina de tu iglesia con lo que dice la Palabra de Dios.
La Biblia dice:
"No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas de debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás" (Ex. 20:4,5). "No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque Yo soy Yavé vuestro Dios" (Lv. 26:26:1). "Guardaos, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Yavé habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o de hembra, figura de animal alguno... y te inclines a ellos y les sirvas" (Deut. 4:15-19).
Roma dice:
"El mandamiento divino implicaba la prohibición de toda representación de Dios por mano de hombre."
Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce (cf. Nm 21, 4-9; Jn 3,14-15), el arca de la Alianza y los querubines (cf. Ex. 25, 10-20; 1 R 6:23-28; 7:23-26).
Fundándose en el misterio del Verbo encarnado, el séptimo Concilio Ecuménico (celebrado en Nicea el año 787), justificó contra los iconoclastas el culto de las sagradas imágenes: las de Cristo, las de la Madre de Dios, de los ángeles y de todos los santos. El Hijo de Dios, al encarnarse, inauguró una nueva "economía "de las imágenes". "El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que prescribe los ídolos" (NC 2129-2132).
La Reforma dice: "¿Qué es idolatría?"
Es inventar o poner en el lugar que sólo corresponde al Dios verdadero que se ha revelado por Su Palabra, o junto a Él, cualquier otra cosa en la cual se ponga confianza.
¿Qué pide Dios en el segundo mandamiento?
Que no representemos a Dios por medio de alguna imagen o figura, y sólo le rindamos culto como Él ha mandado en Su Palabra.
¿No es lícito hacer ninguna imagen?
No podemos, ni debemos representar a Dios de ninguna manera, y aun en el caso de que fuese lícito representar a las criaturas, Dios prohibe hacer o poseer ninguna imagen destinada a ser adorada o empleada en su servicio. ¿No se podrían tolerar las imágenes en las iglesias, como si fuesen libros para enseñar a los ignorantes? No, porque nosotros no debemos ser más sabios que Dios, que no quiere instruir a su pueblo por imágenes mudas, sino por la predicación viva de Su Palabra" (Cat. Heidelberg).
¿Cómo conciliar el segundo mandamiento, que prohibe toda imagen de culto, con las imágenes de criaturas hechas en las paredes del templo, y el tabernáculo, el arca y el lugar santísimo?
Dios prohibe y condena en la Biblia toda forma de culto que nace de la pura fantasía del hombre. No prohibe la escultura o el adorno arquitectónico que forman parte de la estructura de un edificio.
El Señor en Su Palabra prohibe que nosotros hagamos lugar en nuestro corazón a imagen alguna, a la cual le rindamos culto, dirijamos nuestros rezos e imploremos su mediación. Esa imagen puede estar en el altar de una iglesia, en el cruce de caminos, en un rincón de tu casa o simplemente en tu mente. Eso para Dios es idolatría. Nada de lo que Dios ordenó a Moisés en la construcción del tabernáculo podía inclinar al pueblo a la idolatría, ya que la mayor parte de esas cosas estaban en el lugar santísimo y allí sólo entraba el sumo sacerdote una vez al año, y no sin sangre, para hacer expiación por sus pecados y por los del pueblo, pero no para dar culto a lo que allí había.
Con esto el Espíritu Santo daba a entender que hasta la llegada de Cristo el camino al Lugar santísimo no se manifestaría. Pero no debemos olvidar que el tabernáculo en que entró Cristo como sumo sacerdote de los bienes venideros, no es hecho de manos, es decir, no es de esta creación, sino que "entró en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios...una vez para siempre por el sacrificio de Sí Mismo para quitar de en medio el pecado" (Hebreos 9). Por eso no se comprende muy bien que el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica diga: "El Hijo de Dios, al encarnarse, inauguró una nueva "economía" de las imágenes" (NC 2131). En ninguna parte de las Sagradas Escrituras se dice tal cosa, antes al contrario, Jesús Mismo dice a la mujer samaritana, al ser interrogado por ella sobre el mejor sitio de adoración: "Mujer, créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre... Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y verdad es necesario que le adoren" (Juan 4:21-24).
Esta respuesta de Jesús, no sólo, no "inaugura una nueva "economía "de las imágenes", sino que condena toda adoración o culto a las imágenes, sean de quien sean. No cabe duda que para la Iglesia Católica la "economía" de las imágenes ha sido muy floreciente, y sería un serio contratiempo a sus finanzas, "que medran falsificando la Palabra de Dios"(2 Cor. 3:17).
¿Cómo podríamos compaginar que Dios por medio de la fe en Cristo Jesús nos dé el Espíritu Santo (Gálatas 3:14), y morando en nosotros el Espíritu de Dios (1 Corintios 3:16) rindamos culto a las imágenes de sus criaturas? Pablo dice que Dios destruirá a todo el que haga tal cosa. ¿Por qué? "Porque vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros" (1 Corintios 6:19), y en ese templo del hombre creyente sólo se adora a Dios en espíritu y en verdad. Pero no hay lugar alguno en ese templo del creyente en Cristo para el culto o la veneración de imagen alguna.
¿Por qué, si Jesús es Dios hecho hombre, que apareció como un hombre cualquiera ante todo el mundo, no se le puede representar como representamos a cualquier hombre? Si aun aquellos hombres que habían convivido con Jesús durante tres años tienen que escuchar de sus propios labios: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre. ¿No crees que Yo soy en el Padre, y el Padre en Mí?" (Juan 14:9,10). Cómo hombre alguno puede representar a Jesús, si "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación; todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho fue hecho; porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles. Todo fue creado por medio de Él y para Él... Quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de Sí Mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (Juan 1:3; Colosenses 1:15-16; Hebreos 1:2-3). Cuando representamos a Jesús en un lienzo o en una imagen estamos falsificando la imagen del Dios invisible y ridiculizando la plenitud de la Deidad.
Todas estas representaciones que el' hombre se imagina de Jesús son una falsedad que nada tiene que ver con el resplandor de la gloria de Dios. Todo esto no ayuda al hombre a tener un conocimiento de Jesús, más bien lo confunde y lo degrada. En el Nuevo Pacto el que cree en Cristo como su perfecto Salvador jamás hará imagen alguna del Señor, porque esa función le corresponde al Espíritu del Señor hacerla realidad en el creyente. Como está escrito: "El que se une al Señor un espíritu es con Él" (1 Cor. 6:17), y "el Señor es Espíritu..., y somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Seño" (2 Cor. 3:18), "hasta que Cristo sea formado en vosotros" (Calatas 4:19).
Y el apóstol Pablo concluye: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios" (Gal. 2:20). Si los que creen en Cristo Jesús, lo que viven en la carne, lo viven en la fe, ¿cómo van a poder hacer una imagen material? Y es muy adecuado lo que se dice a los Corintios: "De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no le conocemos así" (2 Cor. 5:16). El Señor es Espíritu, no lo materialicemos con nuestra incrédula idolatría. Porque los que se unen al Señor por medio de la fe un espíritu son con Él. Por eso mientras viven en la carne (en este cuerpo) lo viven en la fe, para ser un espíritu con el Señor. Amen
jueves, 2 de septiembre de 2010
UNA REFLEXION
Yo pienso que una persona para poder hablar o escribir, debe estar consciente de lo que escribe y habla no solamente es escribir por escribir muchas veces se puede decir y hablar sin conocer realmente de lo que hablo me pregunto muchas veces por que las personas que dicen saber lo que escriben sus echas demuestran lo contrario si se supone que conocen por que no van mas alla de lo que realmente saben y se interesan por conocer realmente de quien escriben lo que pienso debe estar de acuerdo con lo que conozco y hago no importa cuanto se sino cuanto conozco de lo que creo conocer se necesita madurar, perseverar, conocer, y actuar no se puede vivir solamente de conocimiento sino de accionar mi conocimiento .para conocer realmente quien es Diossssss.
POR QUE NOSOTROS NO VALORAMOS EL SACRIFICIO HECHO POR DIOS POR NOSOTROS EL LO DIO TODO SIN IMPORTAR EL DOLOR QUE LE OCASIONARIA LA PAGA DE MI PECADO.
POR QUE AL PRIMER INTENTO POR CAMBIAR SI LAS COSAS NO SALEN COMO YO CREO QUE DEBEN SALIR LE DOY LA ESPALDA NO INPORTANDO LO QUE SE ACERCA DE QUIEN ES EL POR QUE LAS CIRCUNSTANCIA A MI ALREDEDOR CAMBIAN MI CONOCIMIENTO ACASO DIOS TIENE LA CULPA DE QUE LAS COSAS NO SALGAN COMO YO QUIERO QUE SALGAN PORRRRR QUE NO ASUMO MI RESPONSABILIDAD Y VALORO ESE SACRIFICIO TAN GRANDE QUE DIOS HIZO POR MI ES INCAMBIABLE POR NINGUNA CIRCUNSTANCIA DE ESTE MUNDO EL ES TODO EL MUNDO.
(Articulo escrito y contribuido por mi esposa RLCN)
JESUCRISTO HOMBRE Y SU TRANSFORMACION
Pues un loco llamado Jose Luis de Jesus Miranda quien se cree Jesucristo, anuncio que en el 2012 va a ser "transformado" bueno a menos de que se vaya a morir le creo.
Y en su sitio Web, puso un reloj regresivo contando los dias que faltan para ir a su gloria.
Asi que ese mismo reloj ustedes lo encontraran a la izquierda de este blog en primer termino para que no se nos olvide su mas "gloriosa" Mentira, y claro que muchos adoradores de ese loco van a entrar y a llenar los comentarios de basura a favor de su "papi", pero bueno quedara de constancia que le interesa mucho el que diran.
¿Para qué vivo yo?
"Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morímos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos" (Romanos 14:8).
¿En realidad para que vivo? Esa pregunta no es solo para los jóvenes sino también para los viejos. Es la pregunta más importante en la vida. Sobre todo, eso es verdaderamente significativo. Tiene que ver con el descontento. Uno puede no estar satisfecho con el hecho de vivir.
Uno puede tener buena salud, pero echas de menos el amor y la atención de los otros. Puedes tener una casa hermosa, pero te sientes solo. El hombre no quiere vivir sin más, sino quiere vivir para algo.
En la Biblia leemos: la vida es de Dios y para Dios. El hombre no existe por sí mismo y no vive para sí mismo. En Romanos 14 verso 7 dice Pablo: "Ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos". Estas palabras están muy estrecha¬mente relacionadas con la muerte y la resurrección de Cristo. Vivir y morir no pueden desligarse de Él. Por eso un cristiano no depende más de las circuns¬tancias y de las otras personas, sino de Jesucristo, que es: el Señor y Maestro. Es llamativo que las palabras bíblicas que encabezan esta página se hallan en un contexto donde los cristianos mantenían disputas sobre cosas menos importantes (versos 4-6). En el momento que se trata efectivamente del sentido y contenido de la vida.
Para la Biblia está claro: ¡nuestra vida gira en torno a Cristo o no! El apóstol Pablo sitúa la vida que se deslinda entre la vida y la muerte a la luz de la muerte, resurrección y el regreso de Cristo. Todo gira alrededor de El, que ha venido para reconciliación por los pecados, y así traer la paz de Dios sobre ta tierra. Todo termina en el encuentro con Jesucristo (verso 10). Entonces se verá claro lo que la obra de Dios ha sido en mi vida. Entonces también caerá luz sobre el sentido de la vida. Eso no es algo del más tarde. El apóstol Pablo deja claro que todo tiene que ver con el ahora y aquí. Es ahora, porque somos propiedad del Señor Jesús y vivimos para Él. Eso es lo más importante. De eso debemos estar seguros. El fundamento de un cristiano es vivir con Cristo y para Cristo. Entonces nos centramos en Él y no más en nosotros mismos.
El hombre por naturaleza vive para sí mismo. Estar concentrado en sí mismo es, en lo más hondo, una imagen de nuestra perdición. Lulero llamaba al hombre: curvatus se (encorvado en sí mismo). Solo quiere ser para sí mismo. Pero quien es del Señor Jesús, ha pasado de una mano a otra, de estar echado sobre sí mismo a la protección de Cristo. Ese es un nuevo nacimiento, una nueva vida, una vida sin rodeos. No todos pueden decir eso y no todos quieren decirlo.
Nosotros somos del Señor por la fe, porque el pagó el precio en la cruz y Su resurrección me dio la sentencia absolutoria de la culpa y de la maldición, que estaban sobre mí.
¿Para qué vivo yo? Yo soy de Él. Para eso El ha muerto, resucitado y vuelto a la vida. El diablo ha perdido sus derechos. Yo vivo para el Señor. Jesucristo tiene derecho sobre mi vida. A pesar de todas las pluralidades los hijos de Dios están de acuerdo en eso. Cuando éste es el asunto principal sobre la mesa todas las demás cuestiones se apartan. Con Él descubro yo el sentido de la vida y también tengo ánimo en la vida.
Articulo escrito por A.L. van Zwet y tomado de la revista En la Calle Recta numero 225 de los meses Julio- Agosto del 2010. Usado con permiso.
MATRIMONIOS GAY
¿Qué habran fumado nuestros “ministros” de la suprema Corte de Justicia de la Nacion para aprobar los matrimonios gay?
Lo interesante de eso fue que dos magistrados se opusieron, pero también con la decisión tomada por la mayoría de ellos ahora es “legal”, el que dos personas del mismo sexo se casen y puedan adoptar hijos.
Se que algunos de mis visitantes, van a poner el grito en el cielo por mi postura, ya que en ese aspecto es bíblica y radical, y muchos por libertinaje diran que soy anticuado, retrogada, etc. Sin embargo la Palabra de Dios es la que cuenta en este caso y no opiniones humanas descerebradas, aunque a muchos pastores “liberales” no les agrade lo que la palabra de Dios dice acerca de la homosexualidad.
El debate mas añejo que existe es acerca de si la homosexualidad y el lesbianismo es una enfermedad o una mania, muchos “cientificos” dicen que es una enfermedad y en ciertos casos lo es, ya que cuando di clases de Karate, tuve un alumno de 6 años que tenia todas las características de ser homosexual, y sin embargo el niño habia nacido con falta de hormonas masculinas, resolviéndose el problema, inyectándole la cantidad faltante de hormonas.
Sin embargo, la biblia nos enlista una serie de depravaciones sexuales las cuales su castigo eran la muerte siendo estas el bestialismo, el incesto, la homosexualidad, el adulterio y la fornicación entre otras tal y como se describe en el libro de Levitico capitulo 18 versiculos 6 al 23.
Tal es el pecado que se comete que como dije anteriormente se castigaba con la muerte. Con la entrada del nuevo pacto, en el cual los gentiles, somos tomados en cuenta el castigo ya no era la muerte, ahora era la expulsión de la iglesia como vemos 1 corintios 5:1, en donde a un fornicario se le expulso por acostarse con su propia madrasta y también tenemos la prohibición de la homosexualidad en 1 Corintios 6:9,10 en donde el apostol Pablo condena esos pecados.
Hay cierta “iglesia” llamada Iglesia Metropolitana, en la cual todos sus asistentes o son homosexuales o son lesbianas y tratan de justificar su pecado diciendo que la homosexualidad y el lesbianismo eran permitido por Dios, citando el ejemplo de Noemi y Ruth, porque la segunda le dijo que ella la amaba en el texto Ruth 1:16, 17, pero ese texto habla de un amor no sexual, esta hablando de un amor fraternal, Ruth estaba enariñada con su suegra, por causa de su marido.
Es como si y dijera: amo a mi suegro, y claro que lo amo, pero en sentido de afecto, porque es una buena persona conmigo al igual que toda su familia y es como un segundo padre para mi y no porque lo ame en esa forma quiere decir que es un amor malsano y que tengo relaciones sexuales con el. NO, es un amor como el que le tengo a mis padres.
Lastima, pero no cabe duda que no estamos en los.