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jueves, 2 de septiembre de 2010

¿Para qué vivo yo?

"Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morímos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos" (Romanos 14:8).

¿En realidad para que vivo? Esa pregunta no es solo para los jóvenes sino también para los viejos. Es la pregunta más importante en la vida. Sobre todo, eso es verdaderamente significativo. Tiene que ver con el descontento. Uno puede no estar satisfecho con el hecho de vivir.

Uno puede tener buena salud, pero echas de menos el amor y la atención de los otros. Puedes tener una casa hermosa, pero te sientes solo. El hombre no quiere vivir sin más, sino quiere vivir para algo.

En la Biblia leemos: la vida es de Dios y para Dios. El hombre no existe por sí mismo y no vive para sí mismo. En Romanos 14 verso 7 dice Pablo: "Ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos". Estas palabras están muy estrecha¬mente relacionadas con la muerte y la resurrección de Cristo. Vivir y morir no pueden desligarse de Él. Por eso un cristiano no depende más de las circuns¬tancias y de las otras personas, sino de Jesucristo, que es: el Señor y Maestro. Es llamativo que las palabras bíblicas que encabezan esta página se hallan en un contexto donde los cristianos mantenían disputas sobre cosas menos importantes (versos 4-6). En el momento que se trata efectivamente del sentido y contenido de la vida.

Para la Biblia está claro: ¡nuestra vida gira en torno a Cristo o no! El apóstol Pablo sitúa la vida que se deslinda entre la vida y la muerte a la luz de la muerte, resurrección y el regreso de Cristo. Todo gira alrededor de El, que ha venido para reconciliación por los pecados, y así traer la paz de Dios sobre ta tierra. Todo termina en el encuentro con Jesucristo (verso 10). Entonces se verá claro lo que la obra de Dios ha sido en mi vida. Entonces también caerá luz sobre el sentido de la vida. Eso no es algo del más tarde. El apóstol Pablo deja claro que todo tiene que ver con el ahora y aquí. Es ahora, porque somos propiedad del Señor Jesús y vivimos para Él. Eso es lo más importante. De eso debemos estar seguros. El fundamento de un cristiano es vivir con Cristo y para Cristo. Entonces nos centramos en Él y no más en nosotros mismos.

El hombre por naturaleza vive para sí mismo. Estar concentrado en sí mismo es, en lo más hondo, una imagen de nuestra perdición. Lulero llamaba al hombre: curvatus se (encorvado en sí mismo). Solo quiere ser para sí mismo. Pero quien es del Señor Jesús, ha pasado de una mano a otra, de estar echado sobre sí mismo a la protección de Cristo. Ese es un nuevo nacimiento, una nueva vida, una vida sin rodeos. No todos pueden decir eso y no todos quieren decirlo.

Nosotros somos del Señor por la fe, porque el pagó el precio en la cruz y Su resurrección me dio la sentencia absolutoria de la culpa y de la maldición, que estaban sobre mí.

¿Para qué vivo yo? Yo soy de Él. Para eso El ha muerto, resucitado y vuelto a la vida. El diablo ha perdido sus derechos. Yo vivo para el Señor. Jesucristo tiene derecho sobre mi vida. A pesar de todas las pluralidades los hijos de Dios están de acuerdo en eso. Cuando éste es el asunto principal sobre la mesa todas las demás cuestiones se apartan. Con Él descubro yo el sentido de la vida y también tengo ánimo en la vida.

Articulo escrito por A.L. van Zwet y tomado de la revista En la Calle Recta numero 225 de los meses Julio- Agosto del 2010. Usado con permiso.

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