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jueves, 30 de septiembre de 2010

Maria la Madre del señor 3 Pte

Aquí les dejamos, el capitulo 3 del folleto “Maria la madre del Señor según las Escrituras”, publicado e impreso por el ministerio En la Calle Recta, si gustan solicitar copias en papel de ese folleto y recibir la revista En la Calle Recta, por favor visiten el sitio http://enlacallerecta.es/ y allí podrán hacerlo. Cabe mencionar que el folleto aquí publicado es usado con permiso de ese ministerio.


Confusión virginal

El uno de enero de 1987, el papa que entonces ocupaba la silla papal, anun¬ciaba la celebración de un año mariano (dedicado a María), desde el 7 de junio del 87 al 15 de agosto del 88. A la vez anunciaba la pronta aparición de una encíclica sobre María. Esta tuvo lugar el 25 de marzo de 1988 con el título

"Redemptoris Mater" = Madre del Redentor.

Sorprenden las palabras del papa con que se dirigía a la virgen el uno de enero (1987) durante la homilía: Todas estas cosas "irán encaminadas a profundizar tu misterio y a favorecer la devoción hacia ti, en un renovado compromiso de adhesión a la voluntad de Dios, según el ejemplo que tú has ofrecido como esclava del Señor".

¡Qué manera más teórica de confundir la voluntad del hombre con la voluntad de Dios! En ninguna parte de la Biblia, Dios nos ha manifestado que su voluntad sea que veneremos a criatura alguna, todo lo contrario; sino leamos lo escrito en la ley de Dios (Ex. 20:4-5; Dt. 5:8-9). En el profeta Isaías 44:9-11 podemos leer según la traducción católica Nacar-Colunga: "Todos los hacedores de idolos son nada, y sus vanas hechuras…no sirven de nada... no ven nada, no hacen nada... Mirad, todos sus devotos serán confundidos; los que los hacen son hombres".

El papa estaba empeñado en hacer de Maria un ídolo y a favorecer su devoción con su encíclica y con un año mariano.

Pero con la Biblia en la mano tenemos que decir con el profeta Isaías, esa devoción es para confusión de las gentes... Es incompatible esta actitud del papa con "el compromiso de adhesión a la voluntad de Dios". Eso es querer camuflar la confusión bajo la apariencia de piedad. María, sí, cumplió la voluntad de Dios, por eso dijo: "He aquí la siervo del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra" (Le. 1:38).

Conforme con la Palabra de Dios es la actitud de María, y nadie estará de acuerdo con María, si no está de acuerdo con la Palabra de Dios. El papa quiere hacer que María tenga una actitud distinta a la que se nos revela en la Palabra de Dios, por eso el papa no está de acuerdo con María que dice: "Hágase conmigo conforme a la Palabra de Dios". El papa hace con María conforme a sus propios pensamientos y conforme a las tradiciones de hombres, pero no conforme a la Palabra. Cuando el pueblo de Israel hizo esto mismo: "Provocando a Dios con sus esculturas; sintió Dios toda su cólera al verlo, y rechazó con aspereza a Israel" (Salmo 78:58-59). El papa, no sólo, no hace con María conforme a la Palabra de Dios, sino que utiliza lo que Cristo dice a María, para razonar sus propios pensamientos y tradiciones marianas, que parten de las raíces mismas de cada pueblo y de cada cultura, pero no de la Palabra de Dios.

En la primera parte de la encíclica el papa sitúa a María en un lugar particular en el plan de la salvación, haciéndola en sí misma medianera indispensable tanto para el nacimiento de Cristo como para el nacimiento de los creyentes en la fe. Esta maternidad espiritual es la que el papa se afana en probar, sacando las referencias, que se hacen de María en los Evangelios de su verdadero contexto y significado.

El precursor del plan de salvación en Cristo no fue María sino Juan el Bautista: "y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos" (Le. 1:76). Dios nos hace ver con Juan el Bautista que son dos realidades distintas la maternidad de María y el plan de salvación en Su Hijo. "Juan vino para dar testimonio de la luz". Y nos dice al ver a Cristo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo... Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios" (Jn. 1:7, 29, 34). De este Juan, Cristo nos dice que: "entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él" (Le. 7:28).

Aquí podemos encontrar la clave de que Cristo nunca habló de María más allá de su maternidad en la carne. Y nunca Cristo dijo de María elogio tan grande como de Juan el Bautista, "el mayor de los profetas nacido de mujer". Cuando a Jesús le dicen: "He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar". No dice que María sea la corredentora, la medianera de toda gracia, la madre espiritual de los creyentes, como dice el papa; porque si esto fuese cierto lo hubiera dicho Cristo, como dijo del Bautista "el mayor de los profetas". Por el contrario, Jesús nos muestra aquí que María como madre nada tiene que ver en el plan de salvación de Cristo; ya que señalando a sus discípulos, dice: "He aquí mi madre y mis hermanos. Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi herma¬no, y hermana y madre" (Mt. 12:47-50). Por eso, a pesar de que Juan sea "el mayor de los profetas". "El más pequeño en el reino de los cielos es mayor que el Bautista".

Y a pesar de que María sea la Madre del Mesías, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que ella; y si no ¿cómo entender las palabras de Cristo, de que "mi hermano, hermana y madre es el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos"?

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